La auténtica Europa, la de siempre, compuesta por los grandes (Alemania, Francia, Inglaterra, Italia) y la Península (España y Portugal) se han caracterizado por mantenerse firmes en sus posturas sobre las políticas y regiones que las forman y fomentan. Durante el siglo XX y principios del XXI hemos visto como la “nueva Europa”, la de los países del este, que éstos se han ido constituyendo por la disipación de la antigua URSS, se han querido adherir a ésta vieja Europa. Algunos lo han conseguido en plenitud (las repúblicas bálticas por ejemplo) y otros están en proceso o no les dejan.
Cuando en una región, que además de tener majestuosos palacios, llanuras fértiles y mesetas, y una historia imponente, le sumamos su posición estratégica para los gaseoductos procedentes de Rusia en el abastecimiento de Occidente (principalmente de Alemania), entonces ahí encontramos un problema. Le pasó a Georgia y desgraciadamente, ahora pasa lo mismo con Ucrania.
La URSS ya es historia y el muro cayó pero parece que, como la ropa, las modas vuelven desgraciadamente en este caso y hoy en día se repite lo mismo. Pero eso sí, de una forma disimulada. Aparentemente podemos ver a Rusia (la URSS disfrazada) que hace y deshace en otro país como si fuera el suyo, ¡pero encima cuenta con el apoyo del pueblo! (O gran parte de él).
Podemos posicionarnos de un lado o del otro, pero lo que está claro es que como siempre, los intereses económicos marcarán el devenir del pueblo ucraniano. Parece que los dirigentes europeos estén a la expectativa, o hasta diría que demasiado blandos a la hora de responder o tomar medidas.
Por otro lado, aquí en Catalunya, en estos tiempos, se toma de ejemplo los países de esa “nueva Europa”, pero hay que tener cuidado, porque si nos fijamos bien, sí que la sociedad se ha democratizado y han podido “renacer nuevos países”, pero ninguno en la vieja Europa.
Todos ellos vienen del este, eso sí, porque los dejan o mejor dicho, les interesa.
